La gastronomía también presente en los festejos del 472 aniversario de la fundación de Guadalajara.
· En conferencia, Alberto Gómez Barbosa, habló de la torta ahogada y el pollo a la Valentina.
La gastronomía tapatía es muy variada y muy extensa, desde el pozole a los sopes, de las enchiladas a las pacholas y de la birria a las jericallas, sin embargo, la torta ahogada y el pollo a la Valentina se han convertido en 2 íconos muy representativos de la cocina en Guadalajara.
Para hablar sobre estos dos platillos, la noche de este martes dictó una conferencia en el patio central de la Presidencia Municipal tapatío, el conductor de radio, fotógrafo y especialista en temas de la ciudad, Alberto Gómez Barbosa, como parte de los festejos del 472 aniversario de la fundación definitiva de Guadalajara.
Gómez Barbosa hizo un recorrido histórico de la aparición de la torta ahogada en la ciudad, allá por los años 30’s en el barrio de San Francisco, pasando por el famoso “Güero”, las tortas de los jóvenes Saldaña, don Pepe el de la Bicicleta, hasta nuestros días, donde dicho producto cien por ciento tapatío es reconocido no solo en México, sino en otras partes del mundo.
Del pollo a la Valentina, delicia ya casi olvidada a decir de los expertos en gastronomía, Gómez Barbosa, recordó que se tiene memoria de este platillo, desde los años 40’s del siglo pasado, cuando la cenaduría de Valentina Santos Oropeza, nacida en Nochistlán, Zacatecas, se ubicaba en la esquina de Liceo y Herrera y Cairo.
Posteriormente a la muerte de la señora Valentina, la tradición siguió y el local cambió de sede; ahora enfrente del jardín del Santuario, sin perder ese sabor característico del platillo, cuya receta aún es desconocida, a decir del conferencista.
Los gobernadores Agustín Yáñez y Jesús González Gallo, el presidente Manuel Ávila Camacho, André Bretón, León Trosky, Diego Rivera, José Clemente Orozco y hasta Pancho Villa, fueron algunas de las celebridades que disfrutaron de este platillo.
Las normas de etiqueta en la cenaduría de Valentina no se respetaban, por lo que algunas señoritas de la sociedad de la Guadalajara antigua llevaban sus propias servilletas de tela y sus propios cubiertos al asistir a comer el pollo a la Valentina.