La editorial del Arzobispado «Una crítica serena, o salvaje…»

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Editorial del Arzobispado en su publicación de El Semanario

“Intento comprender la verdad, aunque esto comprometa mi ideología”,dijo alguna vez el Escritor Graham Greene, tratando de ser fiel a sus convicciones, más que a la política. Cuando vienen los cambios políticos en los Gobiernos, puede abrumarnosun agobio asfixiante en el intento de conocer la verdad.

El cambio es una norma de la vida; todo fluye. Lo expresaron, como una Ley implacable de toda la materia,algunos filósofos griegos de la antigüedad, y esto incluye, necesariamente,el pensamiento, las formas de vivir, las instituciones, las personas.La finalidad de los cambios es muy simple; ya lo expresó de una manera lacónica un entrenador de futbol, cuando le requirieron el “porqué” los hacía, y él replicó: “Para mejorar, por supuesto”. El deseo es simple e inconfundible; pero, como la realización depende de muchas variables de la conducta humana, es donde entran las dudas y sospechas de que esta finalidad de los cambios efectivamente se lleve a cabo. Cambia el ser humano hasta por hastío, pero no siempre mejora.

Estamos a pocos días del cambio de Gobierno Estatal en Jalisco. Hay de todo; para la crítica y para el reconocimiento; para el vituperio o la alabanza; ocasionalmente brilla el comentario razonado, nacido de la mesura. Casi todos somos el fruto de nuestras filias y fobias. Sorprende el sarpullido de amarguras y desencantos, y también la satisfacción de logros y metas conseguidas. El ejercicio dialéctico sirve para infamar o reconocer,en ocasiones con inteligencia y a veces con ceguera. Opinamos según las presiones de colores o Partidos.

Al final de un Gobierno se exaltan logros a raudales que, a su vez, suscitan críticas con acidez,sobre negligencias y carencias. Es natural que las bondades se sobre dimensionen y los yerros se escondan.Hay datos evidentes y discursos repetidos desde la insidia, como también inciensos nacidos del envilecimiento. Estamos a años luz de una crítica serena y dialogada, con argumentos convincentes.

En el panorama local, se obvia y magnifica en uno y otro sentido a través del recurso mediático. Es muy difícil la ecuanimidad: unos hacen leña del árbol caído y otros endulzan sin recato sus comentarios, buscando ya una sombra protectora dónde arrimarse. Hay triunfalismos unilaterales o vituperios de ida y vuelta. Sólo el tiempo, juez supremo, se encargará de poner las cosas en su exacto nivel.

En política, el ejercicio de evaluar con atingencia los resultados,no sólo es saludable sino imperativo para poder emitir los votos razonados. Este adiestramiento necesario traería enormes beneficios para el aprendizaje de los Gobiernos y sus relaciones, cara al pueblo, y éste aprendería también a ser un tribunal de sus gobernantes y sus actos. No basta ejercer una cultura híper crítica o ser repetidores de voces manipuladas para exaltaciones interesadas.La crítica, sin reflexión,como la alabanza sin razón, son obsoletas y malignas, son desahogos viscerales; subasta pública de adjetivos para el uso común contra enemigos o amigos elegidos. Guerras verbales diseñadas por personalidades oscuras, transformadas de improviso en “críticos o panegiristas de los demás a modo”.Mas la Educación, en este sentido, lleva años; la formación de una conciencia ciudadana exige mayores responsabilidades del pueblo y sus gobernantes. En esto sí que es urgente un verdadero cambio.

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