La imitación brasileña del asalto al Capitolio

DIVISADERO

Eduardo González Velázquez

 

Nunca las segundas partes fueron buenas, aunque en esta ocasión la turba brasileña estuvo cerca de conseguir lo que buscaba. De aquel 6 de enero de 2021 al 7 de enero de 2023. De Washington a Brasilia.

Del Capitolio al Palacio do Planalto, al Congreso y el Supremo Tribunal Federal. De la escuelita de Donald Trump al alumno Jair Bolsonaro.

De los supremacistas ultraconservadores estadunidenses a quienes abrazan la derecha conservadora brasileña. Los destrozos por doquier, la ira desbordada, la inconsciencia social manifiesta. Violencia inédita en la historia brasileña.

Como en Estados Unidos, durante el asalto al Capitolio, en la capital brasileña gobernada por Ibaneis Rocha, partidario de Bolsonaro, las fuerzas de seguridad brillaron por su ausencia.

Su pasividad fue evidente. La permisividad fue total. Hasta fotos se tomaron con algunos manifestantes. La revuelta se miraba bien planeada. Fueron entre seis y 10 mil manifestantes, la mayoría trasladados de varios rincones del país con los gastos cubiertos por empresarios.

Al final de la jornada, que duró de dos de la tarde a ocho de la noche aproximadamente, poco más de 400 manifestantes fueron detenidos.

Una de las situaciones que quedaron claras luego de la jornada de violencia, es la división que existe al interior del primer círculo de gobierno del presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, pues no hubo consenso en cuanto a la apreciación de la revuelta.

El mandatario brasileño no titubeó en culpar directamente a su antecesor, Jair Bolsonaro, quien se encuentra en Florida, por los “actos de terrorismo” del domingo. Frente a ello, confirmó que caerá sobre los culpables todo el peso de la ley.

Por otro lado, llamó a los manifestantes “vándalos fascistas”, un adjetivo que no fue compartido por todos los miembros del gobierno.

Sean bolsonaristas, macristas, fujimoristas, uribistas, panistas o de cualquier denominación conservadora y de derecha, es evidente que los proyectos de izquierda, nacionalistas, populares y progresistas en América Latina están encontrando cada vez más una resistencia legal o ilegal a sus formas de gobernar, estas resistencias son apoyadas económicamente por una parte del empresariado y también por grupos de poder conservadores cercanos a partidos políticos, medios de comunicación, a la Iglesia Católica y a las fuerzas armadas.

Muy peligroso es mirar a los manifestantes brasileños acudir ante las fuerzas armadas para exigirles que lleven a cabo un cuartelazo, un golpe de Estado.

Sea como sea, no hemos encontrado una mejor forma de convivir en sociedad que la democracia, y en un subcontinente que ha sufrido varias dictaduras, no deja de llamar la atención que existan grupos de ciudadanos que quieran regresar a los tiempos de las dictaduras militares latinoamericanas.

Profesor del Tec de Monterrey
@contodoytriques

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