DIVISADERO
Eduardo González Velázquez
Faltan tan solo cinco meses para las elecciones intermedias en Estados Unidos y el margen de maniobra del presidente Joe Biden y sus correligionarios demócratas se empequeñece al paso del tiempo, además se ha generado un escenario donde el jefe de la oficina Oval se encuentra acorralado y el cerco político se recrudece.
Los republicanos arremeten con furia al tiempo que los demócratas se desmarcan del presidente pues lo comienzan a mirar como un lastre para sus aspiraciones electorales. Frente a esa realidad, el inquilino de la Casa Blanca no atina ni el frente que debe atender, ni mucho menos la manera de hacerlo.
Los votantes continúan dándole la espalda y su nivel de aprobación apenas llega a 42%. La inflación galopante, como no la habían sufrido en las últimas cuatro décadas, tiene molesta a la población a la que poco le importa las razones, las culpas y las responsabilidades de los altos precios de los productos, ellos reaccionan al momento de abrir su cartera y observar que el dinero no les alcanza.
El débil deslinde de algunas políticas heredadas del gobierno de Donald Trump, también mantienen desencantada a la población. Ha tardado más Biden en echar por tierra la herencia trumpiana que lo que ha tardado el expresidente en volverse a colocar como el principal candidato republicano para buscar y ganar la presidencia en 2024.
En lo referente a la política migratoria, Joe Biden ha quedado mal con ambos lados: con quienes piden mayor apoyo a los migrantes en términos políticos, legales y económicos, y con quienes se oponen a ello. Los primeros siguen pensando que ha hecho muy poco, los segundos consideran que sus políticas son un peligro para Estados Unidos y permitirán la llegada de miles de personas migrantes.
En el contexto de la invasión militar rusa a Ucrania, esta semana sucedieron dos cosas que se contraponen y que le cobrarán factura al presidente: por un lado, el Congreso aprobó la ayuda a Ucrania por un monto de 40 mil millones de dólares que se suman a los 14 mil millones ya otorgados; y por otro, una encuesta de esta semana revela que la mayoría de los ciudadanos se están decantando a favor de Rusia, no porque apoyen la invasión, sino porque quieren que ese conflicto termine ya. Es evidente que la incursión de Estados Unidos en el conflicto entre Rusia y Ucrania no generaría un cheque en blanco a las aspiraciones demócratas, todo lo contrario.
Siguiendo con el plano internacional, la próxima reunión de la OEA en Los Ángeles le ha traído a Biden más problemas y dolores de cabeza que reflectores favorables. Con la insistencia de vetar la participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela lo único que ha conseguido es que muchas naciones latinoamericanas encabezadas por México cierren filas a favor de los países vetados y pongan cara frente al vecino del norte.
A estas alturas del partido, los demócratas están más preocupados por perder con dignidad que en ganar a como dé lugar, porque lo más probable es que las abrumadoras condiciones que actualmente deprimen las esperanzas de Joe Biden y los demócratas empeoren antes del 8 de noviembre.
El fin de la historia parece inevitable. Los demócratas van en camino a perder el control del Senado y la Cámara de Representantes. La incapacidad de Biden para transformar su agenda en ley tendrá un alto costo.