El futuro de la OEA

DIVISADERO Eduardo González Velázquez

 

Desde su creación en 1948, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha funcionado como el brazo que ejecuta y valida buena parte de la política estadunidense hacia América Latina.

Su objetivo fundacional de convertirse en un foro político para la toma de decisiones, el diálogo multilateral, la integración del continente, el fortalecimiento de la paz, la promoción y defensa de los derechos humanos, el apoyo para alcanzar el crecimiento, el desarrollo y la consolidación democrática, se abandonó inmediatamente.

Con sede en el Distrito de Columbia en Estados Unidos, jamás se ha ruborizado siquiera por plantarse del lado de los intereses de la Casa Blanca frente a los países latinoamericanos.

Es larga la historia de agravios y enfrentamientos del organismo contra proyectos democráticos e independientes en América Latina.

No han sido pocas las veces que ha mostrado su apoyo y reconocimiento a dictaduras y gobiernos emanados de golpes de Estado que favorecen los intereses estadunidenses: Fulgencio Batista en Cuba, Alfredo Stroessner en Paraguay, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Anastasio Somoza en Nicaragua, y François Duvalier en Haití.

Si la lista de agravios es larga, la ofensa se profundizó con el arribo de Luis Almagro a la Secretaría General del organismo en 2016. La degradación de la OEA tomó camino en tobogán.

Como pocos, Almagro se ha convertido en un peón de los designios de Washington, llevando al extremo el mote de Ministerio de Colonias de Estados Unidos, que bien se ha ganado la OEA.

Por ello, me parece adecuada la propuesta del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en voz del canciller, Marcelo Ebrard, para que el año siguiente la OEA sea reformada o sustituida por un nuevo organismo.

El proyecto formal se discutirá el próximo 18 de septiembre en la Ciudad de México en el marco de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Para reformar, desaparecer o sustituir a la OEA se necesitan los votos a favor de 26 de los 34 países que integran el organismo.

La discusión sobre la imposibilidad de mantener a la OEA con las características que hoy tiene, debe poner en el centro de las ideas la necesidad imperiosa de que sean los pueblos y gobiernos de América Latina, quienes de manera independiente resuelvan las problemáticas de cada nación, haciendo a un lado la larga historia del intervencionismo estadunidense en los destinos latinoamericanas.

De esa manera, y no de otra, América Latina podrá hacer frente a la política intervencionista estadunidense contra la región, defendiendo los principios de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos.

Profesor-investigador del Depto. de Relaciones Internacionales, región occidente, Tec de Monterrey.

@contodoytriques

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