El regreso

HACIENDO ADOBES Miguel Zárate

 

Más allá de toda consideración, el regreso a las aulas era prácticamente inevitable y muy necesario. Desde luego que nada qué ver con las actitudes triunfalistas de algunas autoridades como si se tratara de un logro político.

Desde el gobierno se festinó, como si se tratara de una vuelta anunciada “así llueve truene o relampaguee”.

Sin embargo, para la apertura de planteles, en vez de algunas muestras más conscientes de las dificultades enfrentadas, se minimizaron las expresiones de duda, de temor manifiesto de los padres de familia que saben los riesgos que implica la medida.

No fue, en efecto, cuestión en tono obligatorio y bien por la decisión de hacer a un lado la famosa carta compromiso que pretendía imponer la titular de la Secretaría de Educación, Delfina Gómez, -acallada y desautorizada por el presidente y que luego disfrazó- y que no era otra cosa que eludir la responsabilidad de las instituciones educativas, a las que se entrega en resguardo a los menores para su formación.

Faltaba más.

No hay desacuerdo alguno en la necesidad de este retorno anhelado durante la mayor parte de la pandemia, pero, definitivamente, muchos de los problemas y escollos presentados pudieron ser previstos durante tan largo periodo de confinamiento de los alumnos. Esto nos hace pensar que no se hizo lo correcto en todo este tiempo.

El “quédate en casa” se tomó literalmente y los planteles fueron simplemente desatendidos por la negligencia de muchos que literalmente se lo tomaron como las más largas vacaciones, sin hacer nada, incluso los directivos que no supieron realizar ni organizar paulatinos trabajos de vigilancia de instalaciones, de mantenimiento mínimo.

Todos los meses transcurridos fueron motivo de un olvido total, podría decirse que irresponsable. De otra forma no se entiende tanto robo, vandalismo y descuido.

Y en vísperas del reinicio, se dio a los padres la labor de limpieza y de acciones de sanitización para que los niños no encontraran más peligros en los mismísimos salones de clase. ¿Y el dinero que también se siguió aportando para el mejoramiento de las escuelas?

El prologado asueto quizá solamente sirvió para que parara en bolsillos individuales. Sorprende, pues, este relegamiento de edificios y muebles que quedaron vulnerables para los saqueos y los daños de toda índole.

Claro que los padres de familia quieren que sus hijos regresen a clases, y lo han demostrado estos días en muy alto porcentaje, aunque naturalmente esto no quiere decir que dejaran de inquietarse ante una experiencia de convivencia en época complicada que no se había vivido.

Hay que entender que mandar a los hijos a la escuela no responde ni debe responder a actitudes políticas, algunas de ellas hasta desafiantes y poco serias, como la de insistir en que mueren más niños por accidentes que por una enfermedad como esta.

Claro que sí, pero en boca de la autoridad suena a simple apoyo a lo que dice el jefe supremo, que a un criterio realmente válido.

Para el subsecretario de Salud el manejo de este argumento es como si se quisiera encuadrar a toda la niñez en una simple estadística. Pero si no hay sensibilidad para atender cuestiones tan urgentes como proporcionar medicinas a los pequeños que padecen cáncer, ¿podríamos esperar otra cosa?

La pasividad y el menosprecio por el impacto de la epidemia y sus muertes, ha sido característica de la llamada estrategia ante esta crisis.

Cierto que, además de toda la complejidad que representan muchas, muchísimas escuelas que no cuentan con infraestructura y servicios indispensables -cuántas hay que ni agua tienen o que apenas disponen de uno o dos baños para todos los educandos-, los requisitos de dotar de manera permanente insumos ahora básicos, como cubrebocas, gel, etcétera, parece para numerosos directores, maestros y padres algo casi inalcanzable.

Hoy la formación que se da en la escuela tendrá un elemento formativo más, el de educar enseñando la manera de lograr una vida de mayor higiene y de todo el esquema que conduzca a una existencia más saludable.

Definitivamente no puede olvidarse que las olas de la pandemia parece que se seguirán dando y que, en efecto, pese a lo que se diga, tendrá que llegar el momento de que toda la niñez y la juventud se prevenga con la vacuna, como sucede ya en otras naciones.

Además, maestros y personal de los planteles tendrán que realizarse pruebas periódicas para ofrecer mayor garantía de impedir los contagios que, si llegaran a multiplicarse, quizá nos volverían a la práctica del modelo híbrido virtual-presencial que, de cualquier forma, se realizará en los casos de quienes aún lo consideran un peligro latente.

No obstante, el reto está presente y tal vez sobre la marcha deberán hacerse sin duda los ajustes que sean necesarios. Y es que hoy, como nunca, ha tenido tanto sentido hablar de un esfuerzo compartido de todos los involucrados por el bien de los niños y adolescentes.

Ellos lo necesitan y, por supuesto, mayormente lo merecían ya y mucho.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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