Gatell y los niños golpistas

HACIENDO ADOBES Miguel Zárate

Ni más ni menos el gobierno de López Obrador es quien crea sus propios engendros.

Equivocarse de funcionarios y gabinete no es algo inédito. Sucede y sucederá siempre.

Lo grave es la persistencia en desconocer que el país no puede permitirse mandos, sobre todo en áreas sensibles, que acarrean daños irreparables, y no corregir el rumbo.

Luego de haber transcurrido año y medio de pandemia en la que la estrategia gubernamental pudo evitar, si hubiera actuado de mejor manera desde el principio, tal cantidad de muertes, empiezan a cobrar importancia creciente otros temas que tampoco hablan nada bien de la manera en que la Secretaría de Salud puede resolver problemas de gran magnitud.

Y este es el caso del desabasto de medicamentos que padece México -el peor de su historia-, y lo que ha significado la escasez en casos específicos, como el de los niños con cáncer.

Todo el egocentrismo y la soberbia acumulados por los continuos espaldarazos presidenciales, afloró en una de las más patéticas actitudes y respuesta de funcionario alguno de todo el régimen, ante los reclamos de medicinas urgentes para los pequeños.

Este lugar de deshonra, que de seguro habrá de denunciarlo y reclamarlo la historia, le corresponde ya al doctor Hugo López Gatell.

El hoy súper-subsecretario, con alarde de fatuidad y servilismo, en vez de al menos conciliar la situación ante los padres de niños con el terrible padecimiento, lanzó, se recordará, una declaración culmen de la estulticia:

“Esta idea de los niños con cáncer, que no tienen medicamentos, cada vez lo vemos más posicionado como parte de una campaña, más allá del país, de los grupos de derecha internacionales que están buscando crear esta ola de simpatía en la ciudadanía mexicana, ya con una visión casi golpista”.

Censurado por cualquier pensante, incluso por algunos correligionarios políticos, excepto claro por el presidente, López Gatell cayó al punto más bajo al que se puede llegar.

Su facilidad de caer en la abyección tomó todavía el más repulsivo argumento, al descalificar a los padres que han sufrido en forma agónica más de dos años de carencia de tratamiento vital para sus hijos, al considerar que son, para él, “grupos inventados, fabricados, desconozco si están en una nómina, o les dan otro tipo de prebendas, o quizá los medicamentos, mismos que no han escaseado”.

Los hechos son muy diferentes. La Agrupación Mexicana de Oncología Pediátrica señala que por el desabasto han muerto 1,600 niños de cáncer, actualmente la segunda causa fatal entre los menores entre los 5 y los 14 años (la primera son los accidentes) lo que arroja un promedio de un fallecimiento infantil por esa causa cada cuatro horas.

Lo más grave es que la inmensa mayoría de familias difícilmente pueden afrontar solas una enfermedad como esta, donde de suyo la supervivencia es el 56 por ciento y en un 10 por ciento requiere de un trasplante de médula que cuesta millón y medio de pesos.

Por encima y además de ello, los medicamentos e insumos para el tratamiento no llegan o empiezan a hacerlo paulatina y desesperantemente, lo cual refleja una falla lamentable en la operación de las compras.

En general, el desabasto de medicinas para toda la población está en el orden del 40 por ciento. Y todo porque en vez de reponer y corregir procedimientos, se optó por eliminar a empresas fabricantes y distribuidoras, para así tratar de acabar, según el gobierno, con monopolios y el control de algunos, lo cual sería evitable sin exponer al país a una escasez de tan tremenda proporción.

Para los niños con cáncer, el asunto ha sido peor ya que por razones hasta ahora no explicadas, a no ser cierta posición revanchista, el presidente castigó a una empresa jalisciense, la principal fabricante de medicamentos oncológicos, sin darse cuenta que dicha compañía, exitosa como es, sobrevivirá a éste y otros sexenios.

Pero los niños en cambio seguirán afectados por una medida torpe, insensata y errónea. Las compras solicitadas a través de un organismo de la ONU, simplemente no han funcionado y, para colmo, ahora las acciones ya emergentes, no garantizan el abasto, ni impiden el sobrecosto y además no son siquiera transparentes.

La misma Cofepris, como reguladora sanitaria, igual no ha podido soportar la presión ya que no cuenta, por los “ahorros”, con el personal y equipo necesario para dar agilidad al proceso.

Gatell y su jefe, Jorge Alcocer, una vez merecidamente premiado en Ciencias en el gobierno de Peña Nieto, no justificarán su paso por el sector salud, mucho menos reconocimiento cuando se ha marcado tanto por ellos el signo de la muerte; eso sí, mientras pese a la tercera ola de Covid que ya está aquí, recomiendan, pero se quitan el cubrebocas, para complacer, como en todo y ante todo, a su presidente.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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