Kamikazes, soldados que mueren por el honor de su país

Kamikaze es la unión de las palabras “viento” y “dios”, para referirse a los pilotos japoneses cuya misión es hacer un ataque suicida en pro de las exigencias del ejército de su país. Fueron muy famosos en la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué querían lograr? Detener el movimiento armado del océano pacífico para proteger las costas de Japón.

¿Cómo lo hacían? Los pilotos abordaban los aviones repletos de bombas y se estrellaban voluntariamente contra sus objetivos de forma directa y rápida, con el propósito de hacer explotar la nave junto con las bombas y el bote del enemigo. Evidentemente, de la explosión no se salvaban los pilotos, por esto se conoce como una misión suicida.

La palabra de origen japonés, está realmente muy mal escrita –debido a la falta de conocimiento sobre la lengua de los traductores estadounidenses-. Los traductores confundieron los Kanji, que son los símbolos con los que escriben en Japón y en lugar de traducir “Unidad Especial de Ataque Shinpū» que es lo que realmente significa, decidieron usar “Kamikaze” –se dice que los leyeron al revés-, hoy el término es aceptado por la RAE.

Para la cultura japonesa, defender a su país está de primer lugar en el orden de prioridades. Se inició una campaña mediática en la que se solicitaban jóvenes que estuvieran dispuestos a morir por su país. Uno de los líderes militares del momento -Sekio Nishina-, lo dijo así:

El espíritu de la Unidad de Ataque Especial es el espíritu que corre por la sangre de todo japonés. La acción de estrellarse que simultáneamente mata al enemigo y al piloto mismo sin error es llamado Ataque Especial. Cada japonés es capaz de convertirse en un miembro de la Unidad de Ataque Especial.

Además del servicio a su país, representaba un hecho espiritual de muy alto nivel. Todos aquellos que entregaran su vida, no solamente estarían cumpliendo con una misión militar, sino que también estarían trabajando para su Emperador y convirtiéndose automáticamente en Eirei, una palabra japonesa que traduce «buen hombre» y «espíritus de guerra fallecidos».

Pese a que las misiones resultaban exitosas, representaban un costo enorme para el ejército japonés. El vicealmirante que estaba a cargo de la armada en ese momento -1942- expuso algunas de las razones por las que –según su criterio- las operaciones no deberían continuar:

La muerte del piloto, más allá de la pérdida humana, también representaba la pérdida de la memoria y el registro de lo sucedido. Esto provocaba un desbalance de información importante, puesto que nadie más que el piloto fallecido sabía lo que había ocurrido.

La pérdida de las naves representaba un enorme golpe para la estabilidad del ejército japonés, si bien los aviones podían ser producidos masivamente –o al menos, los más pequeños-, requerían de tiempo, dedicación y una serie de medidas preventivas. Además, de que para que explotara realmente, necesitaba una velocidad muy particular y no todos los Kamikazes la alcanzaban.

Con información de Culturizando

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