Los partidos políticos, ¿tienen futuro?

PUNTO CRÍTICO/Gabriel Torres Espinoza

Es, en esencia, el futuro de la democracia. Esto porque resulta equivocado asumir la existencia de una democracia moderna y representativa, sin partidos políticos.

Se llegó a decir que ante la permisión y legislación de las candidaturas independientes (en realidad son candidaturas sin partido), estas le darían un profundo revés a la vida político partidaria en nuestro país, ante la insurgencia, en 2015, de tres candidatos: El Bronco, Manuel Clouthier (diputado local de Sinaloa) y Kumamoto.

Sin embargo, en 2018, tanto Kumamoto como Clouthier perdieron la contienda electoral por la que compitieron, y las candidaturas sin partido pasaron a convertirse en algo meramente testimonial. Por el contrario, Kumamoto y su equipo Wiki –otrora enemigo acérrimo de los partidos– decidió fundar un partido político (Futuro), y Calderón, ante la estrepitosa derrota de Margarita Zavala –otrora candidata “independiente” a la Presidencia de la República– decidió crear uno nuevo partido: México Libre.

En el proceso electoral pasado, más del 90 por ciento de los mexicanos votaron por partidos políticos. Bien podría decirse que los partidos son consustanciales a la vida en democracia.

Muy ad hoc al pensamiento de Francis Fukuyama, quien planteó la tesis del “fin de la historia” a causa del fin de las ideologías, en las postrimerías del siglo XX, como fenómeno auspiciado por la Caída del Muro de Berlín, ahora se augura, ‘el fin de los partidos políticos’.

No obstante, debe decirse que quien sostiene el fin de los partidos políticos argumenta, ineluctablemente, el fin de la democracia.

Ya desde inicios del siglo pasado, el jurista Hans Kelsen, afirmaba que “la democracia moderna se funda enteramente en partidos políticos (…) sólo desde la ingenuidad o desde la hipocresía puede pretenderse que la democracia sea posible sin partidos políticos”.

Entonces ¿por qué los partidos políticos son condición necesaria, más no suficiente, para la vida en democracia?

Porque si partimos del hecho de que las democracias modernas 1) son representativas; 2) dirimen la conquista del poder político a través de consensos; y 3) están basadas en el principio de la mayoría –con respeto y garantía de las minorías–.

Pues la forma más eficaz de afianzar estos tres principios es sólo a través de los partidos políticos (organizaciones públicas), en la medida de que 1) ostentan el modelo de representación política por antonomasia; 2) son grandes articuladores de consensos sociales; y 3) posibilitan la conformación mayorías, coaliciones legislativas y/o de gobierno.

En términos ‘churchillianos’, podría decirse que los partidos políticos son las organizaciones más eficaces para afianzar estos tres principios, en tanto no se cree otra mejor. No se niegan los problemas consustanciales que registran las democracias de hoy y los partidos políticos. Pero éstos son, hasta ahora, el mejor sistema político (Churchill).

Por otro lado, pretender el fin de los partidos políticos, a causa de las críticas fundadas que se les hacen a algunos por su desempeño, es tanto como proponer el fin de la democracia, por el desencanto que producen algunos de sus gobiernos electos democráticamente.

Director Gral. de la Operadora SURTyC de la U de G

@Gabriel_TorresE

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