ESCAMOCHA/José Díaz Betancourt
Con inigualable ingenio como es usual, los ciudadanos han bautizado al operativo estrella de las autoridades de movilidad como “contagiando vidas” porque nadie tiene la certeza de que la práctica para realizar la prueba no sea una fuente de contagio si finalmente se trata de soplar.
¿Qué ha pasado en la Ciudad de México y en otras capitales? Pues el operativo se suspendió por unas semanas y la operación de este programa ha disminuido ostensiblemente de acuerdo al semáforo correspondiente en esos sitios.
En esas ciudades el operativo se ha reconstruido y ha modificado de forma tajante su logística, incluso se han suspendido las pruebas de aliento aplicándose solamente en casos muy concretos o en sucesos de accidente.
Los agentes de vialidad participantes están sumamente equipados y capacitados para no transgredir la distancia indicada de acuerdo a las recomendaciones sanitarias pues la primera transgresión peligrosa es el acercamiento a la ventanilla del conductor.
Pero el más alto nivel de rechazo para el programa quizá se exprese por las consecuencias que las agentes de vialidad -a los que los automovilistas llaman “las toritas” – causan al ya de por si complicado tráfico de la zona metropolitana de Guadalajara, sobre todo en lo que respecta a horarios que “le parten el día” a los ciudadanos pues los operativos ya no son solamente nocturnos sino después de las trece horas donde se presume andan muchos borrachos manejando el coche.
PILÓN
Las autoridades de movilidad se han multiplicado por sancionar a choferes por el tema cubrebocas y bajar a pasajeros de las unidades por aferrarse a desafiar al COVID en uno de los escenarios más peligrosos de acuerdo a autoridades sanitarias mundiales, son buenas medidas sin duda, pero no aparece por ningún lado el esfuerzo empresarial del transporte por la modificación de frecuencias de paso y el correspondiente escalonamiento de horarios para no favorecer hacinamiento en los camiones.