Cuando tocas la puerta y nadie la abre: feminicidio

DIVISADERO/Eduardo González

La violencia que sufren las mujeres en Jalisco recorre un trecho cada vez más intenso. Más feroz. Con pocas salidas. Con muros levantados por doquier que las aprisionan y detienen su respiración.

Una violencia que las silencia confinándolas a la oscuridad ciudadana. Es la violencia que solo alcanza para ser colocada en los cabezales de la prensa. Para pintar de rojo las notas periodísticas.

Una violencia que revictimiza a las mujeres cuando son agredidas y levantan la voz. Una violencia de la que las “buenas conciencias” culpan a las mujeres.

Una violencia para la que no se generan suficientes políticas públicas que le pongan fin.

En medio de la violencia sistemática presente en la totalidad de los planos de su existencia, las mujeres de Jalisco (pero también las de todo México) tocan varias puertas para pedir ayuda.

Tocan la puerta de la prevención y protección como condición mínima para subsistir. Tocan la puerta de la justicia en un país donde los niveles de impunidad por cometer un delito rozan 96%; con lo cual, la posibilidad de pagar por un delito realizado es prácticamente nula.

Una puerta caracterizada por el uso faccioso de la justicia, donde el dinero impone su poder para determinar el sentido de la sentencia del poder judicial. Una puerta de la justicia que se abre poco y no para todas, y que casi siempre se somete al poder del picaporte del portero en turno.

Las mujeres también tocan la puerta de la sociedad. Los toquidos femeninos son insistentes desde la familia hasta el resto del tejido comunitario, pero la sordera de los ciudadanos es mayor. Se niegan a escuchar las voces de auxilio y exigencia para que pare la violencia. Más allá de la indiferencia frente a la violencia contra las mujeres, es en el mismo contexto familiar donde nacen, se fortalecen y se reproducen las prácticas y los discursos que mantienen y profundizan la violencia de género.

Son miles de mujeres que tocan las puertas del contexto educativo y laboral que les permita desarrollarse con seguridad y respeto a sus derechos humanos. Mujeres que deben acceder a lugares de trabajo libres de acoso y hostigamiento sexual.

Mujeres que merecen no solo un empleo, sino el pago justo por el trabajo desempeñado. Mujeres que se enfrentan a una puerta muy estrecha, junto a otra excesivamente ancha para que crucemos los hombres.

Son hartas las puertas que tocan. Son mucho más las que no se abren. Son puertas cimentadas en la justificación de la discriminación. A los pies de ellas, las mujeres viven y también mueren asesinadas por una sociedad que no hace lo necesario para protegerlas.

Profesor investigador del Tec de Monterrey

@contodoytriques

Deja una respuesta

Tu email nunca se publicará.