Todos somos Tlahuelilpan

CAVILANDO ANDO/Alfonso García Sevilla

Una tragedia más que se pudo evitar. El caso de la explosión del ducto en Tlahuelilpan, Hidalgo nos deja varias lecciones, más allá del saqueo de gasolina, y nos exhibe como la sociedad que somos ¿Se merecían morir de esa forma? ¿El Estado debería indemnizar a los deudos de los fallecidos por la omisión del Ejército para garantizar su seguridad? ¿Fue sabotaje debidamente planeado por los huachicoleros que se han visto sacudidos en su ilícito negocio? ¿La estrategia planteada por el gobierno dará resultados antes de terminar con la paciencia de los automovilistas? Esperemos a las respuestas.

Más allá de estas interrogantes, mi reflexión de este lamentable hecho y las reacciones en redes sociales, las charlas de café y sobremesa acerca del juicio hacia las víctimas que, aprovechando la fuga en el ducto, de manera irresponsable, hurtaban y hasta se bañaban con la gasolina.

Merecían, sí, un castigo, pero no morir de esa forma.

Y mire usted, amigo lector, cierto estoy que no solo ellos se comportaban al margen de la ley.

Esto es un hábito nacional, a través de las redes sociales hemos visto vídeos que dan cuenta de la rapiña con la que actúa la gente cuando se accidenta un camión con mercancías, desde pan, hasta cerveza, llegando al extremo de sacrificar reses de un camión en pleno lugar del accidente.

Como dice el adagio popular “la ocasión hace al ladrón”, pero la cosa no queda ahí.

¿Cuánta gente invade las banquetas, camellones, rampas para discapacitados o espacios públicos con sus autos? ¿Cuánta gente “compra” facturas chuecas para pagar menos impuestos? ¿Cuántos casos conoce usted de violencia intrafamiliar, de ausencia de pago de manutención a los hijos, o de violencia en contra de una mujer?

¿Cuántas veces usted, o un conocido, han dado una “mordida” para no ser sancionado por violar una ley o reglamento o acelerar un trámite? ¿Cuántos conductores invaden el paso peatonal en los altos, dan vueltas en lugares prohibidos o violan el límite de velocidad? ¿Respetamos realmente los espacios destinados a tercera edad y discapacitados en el transporte público y estacionamientos en centros comerciales?

Y así podría seguir con una larga y amplia lista de ejemplos, lo que deja en claro que así como sucedió en Hidalgo, a diario violamos leyes y reglamentos con premeditación, alevosía y ventaja, sin sanción, más allá de la ocasional ventaneada que en flagrancia llega a tomar la cámara de un celular a través de las redes sociales.

Así no pidamos que en seis años se cambie una realidad que nosotros mismos nos resistimos a cambiar y que día a día se vuelve más preocupante.

Politólogo, profesor universitario y miembro del Claustro Académico del Itei.
@aagsevilla

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