2 de octubre de 1968, en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados

VerónicaJuárezPERSPECTIVA21/Verónica Juárez Piña

En el marco del 50 aniversario, el pleno de la Cámara de Diputados llevó a cabo una sesión solemne e inscribió con letras de oro en el muro de honor del recinto legislativo “Al Movimiento Estudiantil de 1968”, como una reivindicación histórica de quienes fueron víctimas de esta terrible represión por parte del régimen autoritario priista.

El México moderno no se entiende sin la herida que significó la masacre estudiantil del 2 de octubre. La ruptura del régimen autoritario comenzó con las manifestaciones de aquellas y aquellos jóvenes universitarios. Fueron parte de un movimiento global que pedía libertad e igualdad, pero que en nuestro país tuvo una innegable trascendencia histórica.

A cinco décadas, el movimiento estudiantil de 1968 sigue representando y simbolizando mucho más que la tragedia y reacción autoritaria del viejo régimen. Las fisuras del autoritarismo mexicano comenzaron a evidenciarse mientras las protestas y demandas surgían por doquier.

Fue también el signo más vivo de que existía una generación de jóvenes dispuestos a dar la vida por un México más justo, libre y democrático. Si en la alternancia del 2000, los que ganaron hubieran tenido disposición para reconocer a quienes sentaron las bases para ese cambio, hoy el país estaría repleto de plazas, calzadas, camellones y calles conmemorando el 2 de octubre del 68.

En ese mismo sentido, si bien los historiadores han evidenciado la responsabilidad de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez en la masacre de Tlatelolco; todavía existen reticencias de viejos representantes del régimen priista autoritario a reconocer la actuación criminal del mismo. No ha habido un proceso de perdón para poder reconciliarnos y resignificar esa fecha.

Decían en Argentina que “no hay presente vivo con pasado muerto”. Deslindar responsabilidades y señalar que una represión así no puede volver a suceder es la única forma de trazar caminos de concordia y preservar la digna memoria de quienes murieron y participaron en Tlatelolco.

México le debe mucho al movimiento estudiantil, pero el Estado ha sido reticente a la hora de asumir sus responsabilidades.

Es por ello que en la Cámara de Diputados acordamos por unanimidad hacer un reconocimiento por los 50 años de aquella gesta que marcó nuestra historia. Entendemos que las instituciones que representan al pueblo mexicano deben dar pasos para dignificar el legado del 2 de octubre. Asumir que aquella triste fecha, que sigue sacudiendo nuestros corazones, fue el inicio de una toma de conciencia nacional sobre nuestros derechos, nuestras libertades y la democracia que queríamos construir.

La historia forma parte de la memoria de una nación. Los países que valoran su pasado son aquellos que respetan su memoria. Que respetan las heridas y acontecimientos cruciales que forjaron la patria. Sirva entonces esta acción de la Cámara de Diputados como un reconocimiento de quienes entregaron su vida para que, entre otros cambios, convivamos en la pluralidad y en el respeto a la diferencia. En el México de 1968, era imposible disentir. Ellas y ellos pagaron el disenso con su vida.

Por ello, me siento heredera del 68 y comprometida a enarbolar lo que decían entonces, “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Honrar su memoria es abrazar los principios que le dieron vida a un movimiento de raigambre democrática. Lo menos que podemos hacer es poner en letras de oro al Movimiento Estudiantil del 2 octubre. Con la lucha de aquellas y aquellos jóvenes, inició la democracia de la que hoy gozamos.

Vicecoordinadora del Grupo Parlamentario del PRD en Congreso de la Unión

@juarezvero

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