Argentina, nuevamente los cacerolazos

Avatar-Lalo DIVISADERO/Eduardo González

En diciembre de 2001 Argentina vivió una de sus más profundas crisis económicas; a consecuencia de ello, la población en su conjunto sufrió el corralito ordenado por el gobierno para mantener los ahorros bancarios de la gente sin posibilidad alguna de ser retirados, con la finalidad de financiar los requerimientos económicos de las autoridades de aquel país; todo ello, al tiempo que algunos potentados sacaban millones de dólares de la nación sudamericana.

Aquella crisis devino en el corredero de presidentes al grito “que se vayan todos” y el ruido de las cacerolas callejeras.

Quien terminó por instalarse en el poder fue Néstor Kirchner, cuyo gobierno logró establecer formas diferentes de enfrentar la crisis y atender las necesidades más urgentes de la población, además de liquidar una parte sustancial de la deuda externa. A partir de eso, Argentina comenzó un largo camino para reestablecer las condiciones económicas necesarias para retomar el crecimiento y el desarrollo económico.

Luego de las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Mauricio Macri llegó al poder y cambió las políticas económicas: se regresó al modelo neoliberal fracasado en años anteriores a los gobiernos Kirchner; se regresó al esquema de contratación de deuda con el Fondo Monetario Internacional; se cancelaron los apoyos a la población más vulnerable; se regresó a la política de apoyo al capital especulativo que solo genera ganancias para los acaudalados y reduce a su mínima expresión la creación de empleos de calidad.

El resultado era de esperarse: la economía argentina comienza hacer agua.

Evidentemente, Macri y su equipo de gobierno están haciendo una lectura errónea del origen de la crisis actual, esto afirmación se desprende de las medidas puestas en marcha para enfrentarla: negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para recibir un programa de ayuda por 50 mil millones de dólares; reducción de 23 a 10 ministerios; aplicación de aranceles a la exportación; freno a la obra pública; aumento a los precios de luz, agua y gas, todo con la finalidad de lograr un déficit cero para 2019; aumento de hasta 60% en los tipos de interés; intervención en el mercado cambiario para sostener la moneda, con lo cual se subastaron en los últimos días 250 millones de dólares de las reservas internacionales sin que ello detuviera la devaluación de la moneda que ya alcanza 50% en lo que va de 2018, además la inflación en este año llegará a 35%.

Ante esa realidad, el malestar social y las protestas callejeras no se han hecho esperar. La popularidad del presidente Macri se ha desplomado hasta 35%, con lo cual el jefe del Ejecutivo tiene mucho que perder de cara a las elecciones generales de octubre próximo, un proceso electoral que apenas a principios de año parecía tener en la bolsa. Hoy por hoy, esa proyección da la impresión de esfumarse rápidamente y la oposición comienza a fortalecerse en busca de arrebatarle el poder a Macri.

Sin embargo, más allá de la lucha por el poder entre la clase política, lo verdaderamente urgente es atender las necesidades de la población que miran cómo su calidad de vida se esfuma en un tobogán que nadie parece parar. De nueva cuenta, los errores de poner en marcha un modelo económico neoliberal que ha mostrado hasta la saciedad que no funciona está cobrando una alta factura a los argentinos.

Profesor investigador del TEC de Monterrey

@contodoytriques

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