#AbortoLegalYa

 

CESAR-NUEVA

RESTAURACIÓN /César Ruvalcaba 

 

¿Por qué, entre tanta violencia, inseguridad y desigualdad que vive México, es relevante hablar de la negativa del senado argentino para legalizar el aborto? Por una cuestión sencilla: negarle a las mujeres el derecho a decidir sobre su cuerpo por decisión de 38 señores(as) que representan más a los poderes fácticos que a la sociedad argentina, expresa muy bien el drama  de la violencia, la inseguridad y la desigualdad en todo Latinoamérica.

 

La violencia que se ejerce contra las mujeres en un sistema patriarcal dominante, es sistemática y en muchos casos imperceptible. No es exclusivamente violencia física, es cultural, social y efectiva. Es culparlas de quedar embarazadas, señalarlas como irresponsables y luego negarles –por ley- las alternativas para interrumpir el embarazo. Es el ejercicio de una violencia estructural manifiesta a través del ojo juzgador y severo de una sociedad acostumbrada a marginar, por cultura y naturaleza, a la mujer. Es la violencia que las condena a vivir en la zozobra y actuar de acuerdo al libreto de lo “correcto” estipulado por los códigos de la moral impuesta.

 

La inseguridad que se convierte en norma ante la imposibilidad de recibir atención y cuidados médicos por el hecho de haberse comportado de manera éticamente indeseable. Sí, por ser una mujer que no se ajusta al “deber ser” instituido o por atentar contras las buenas costumbres de la época, ¡se le puede negar el derecho a sobrevivir! Tal como se lee. Se le obliga a esconderse de la mirada pública para abortar en la clandestinidad, sin garantías de salud, sin la responsabilidad de nadie. Se le niega el derecho más fundamental, que es el de preservar la vida, porque con su mal ejemplo puede corromper y contaminar a otras mujeres. A Platón le dieron la cicuta por corromper con el conocimiento a los jóvenes; a la que aborta le niegan los cuidados médicos por corromper a la mujeres de bien. Qué poco hemos cambiado en 23 siglos cuando de juzgar se trata.

 

Y sobre todo la desigualdad, porque negar el derecho al aborto legal no impedirá que sigan abortando mujeres en todo el mundo, como se ha hecho ininterrumpidamente desde hace siglos. Lo único que propicia es que ese derecho sea también una mercancía más que se compra en el mercado de lo indigno. Las mujeres de familias “bien”, las niñas de papá con poder o dinero, seguirán abortando en clínicas seguras y pagarán la factura en dólares. Para ellas es irrelevante la legalización porque pueden comprar esa oportunidad si la necesitan; ¿pero legalizarlo y normalizarlo? Nunca. ¿Qué sucederá si el estado debe de pagar por sus irresponsabilidades? ¿Después querrán dinero para los condones y para un “six” como decía el ex gobernador de Jalisco, Emilio González? No, a las pobres se les educa y se les disciplina con la ley o con la fuerza. A las ricas se les previene y se les conceden oportunidades.

 

Negar el derecho de una mujer a interrumpir el embarazo de forma segura y libre, o que algunos de nuestros amigos tengan opiniones moralistas de tipo “pro-vida” y las expresen en redes, solo muestra lo patéticos y limitados que somos como especie. Esto tendrá que cambiar el día que al machista no solamente se le discuta, sino que se le dispute su lugar en la historia… relegarlos a una penosa anécdota. Y es día ya empezó.

Investigador y Doctorando en Teoría Política. Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

@Cesar_Ruvalcaba

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