La basura en vacaciones

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

No falla. Durante las vacaciones de Semana Santa (los días más ajetreados en tema de ocupación hotelera) las playas de nuestro país se convierten en el basurero más grande del mundo.

Es imposible dar dos pasos sin encontrarse con latas de atún, bolsas de papel, hieleras, botellas vacías de cerveza o de refresco; platos y vasos desechables, pañales y hasta papel de baño usado; todo esto cortesía de los ejércitos de ciudadanos que visitan nuestras bellezas naturales con el fin de relajarse.

En un país con problemas tan graves como la corrupción, la impunidad, el narcotráfico y la violencia, la basura podría parecer un problema menor; pero no lo es. Por dos razones:

Primero: la teoría de las ventanas rotas. Los científicos sociales Wilson y Kelling publicaron en 1982 un artículo que contenía la “Teoría de las Ventanas Rotas”, que afirmaba que daños menores en el ambiente provocaban otros daños, que eventualmente se transformaban en daños y crímenes mayores.

En el artículo ponían por ejemplo un edificio cualquiera en un barrio cualquiera. Si el edificio tenía unas pocas ventanas rotas, éstas invitaban a las personas a romper las demás ventanas.

En poco tiempo el edificio vacío se encontraba pintado de grafiti, lleno de basura y con personas viviendo en él de manera ilegal. En este caso, notaron que evitar las primeras ventanas rotas evitaba un gasto mucho mayor y un problema más grave en el futuro.

Piensa en una esquina de tu colonia. Si una persona deja allí una bolsa de basura y nadie la quita, pronto más personas tirarán más basura y más bolsas, hasta convertir la esquina en un “basurero no oficial” en donde la gente irá a depositar sus desechos. Un coche parado en la calle es eso, y nada más. Pero si el coche tiene una llanta ponchada, es casi seguro que pronto tendrá las demás; después los vidrios rotos y más tarde la pintura rayada.

El aparentemente inocuo acto de tirar una basura en la playa, no parece grave en sí mismo.

UNA botella no contaminará por sí sola los océanos, ni causará crímenes inconfesables. Pero una basura llama a otra basura; y ésta llama a más basuras. La sensación de suciedad y desorden llama al desorden, a la música en alto volumen, a las cosas perdidas, olvidadas y robadas. Una playa o un malecón sucios transforman su ciudad entera, y la ciudad a la sociedad; desincentiva el turismo, la inversión y el crecimiento, además del daño que causa al ambiente.

Lo mismo en cualquier otra parte. La basura es más corrosiva de lo que puedes imaginar.

Es neta.

Segundo: ¿Quién es el culpable? A los mexicanos nos encanta pensar que somos buenos que vivimos en un país malo. Incluso el caso típico de corrupción (la mordida) siempre tiene el sabor de ser culpa del policía y la autoridad, y en gran medida lo es.

Pero ¿la basura? Que alguien me expliqué qué sistema racional emplearán los cochinos para justificar su comportamiento.

Aquí no hay “pero” que valga. No es el gobierno. No es el PRI. No es el PRIAN. No es Peña Nieto, no es la policía; no es Zapata ni Cortés, ni la colonia ni la independencia, ni la Malinche abusada ni el EZLN ni nadie. Eres tú, eres tú con tus cochinadas quien activamente, sin causa ni perdón alguno, destruyes tu familia, tu ciudad y tu sociedad.

La autoridad puede limpiar a diario, poner más botes de basura, lo que sea.

Pero ya es hora de que nosotros nos defendamos unos a otros, y empecemos a exigirnos a nosotros (y a los demás) no dejar basura tirada en ninguna parte. No es difícil. No es costoso. Es la forma más sencilla de transformar y la que constantemente nos gusta ignorar.

Es también un buen propósito a poner en práctica en esta época compleja de elecciones, en donde nos inunda la ilusión óptica de que el futuro depende de ellos.

¿Cuál es tu excusa?

 

Director general de DiezLetras Comunica

@franciscogpr

Deja una respuesta

Tu email nunca se publicará.