La estrategia del PRIMOR

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TRIBUNA/César Iñiguez

Luego de la insistente, burda, inusual, atípica y voraz campaña en contra de Anaya que emprendió el oficialismo del gobierno priísta a través de sus instituciones y de sus aliados en los medios de comunicación, en el que tratan de tirar, golpear, perseguir y echar abajo la candidatura del panista, brotan algunas evidencias.

Primero, el PRI se juega su última carta y su última apuesta, sabe que la única oportunidad que tienen para ser competitivos en las elecciones presidenciales es acabar con Anaya para colarse en la segunda posición en las preferencias, para desde ahí, en una contienda evidentemente arreglada, con sus intereses a salvo, en arreglos han quedado evidentes, se jueguen el último y decisivo capítulo en contra de López Obrador.

Ambos, PRI y Morena, trabajan por su cuenta sus propias estrategias para tirar a Anaya y favorecerse mutuamente, para enfrentarse en la última etapa ellos dos.

En el juego de ajedrez del PRI, exploraron todas las posibilidades, sacar un candidato “no priísta”, aparentemente impoluto y sin mancha, un funcionario de trayectoria en gobiernos de dos partidos distintos, acordar con el expresidente Calderón y sacar un candidato común que pudiera incluso desmarcarse del PRI y sumar el voto del panismo tradicional a través de Margarita, quien renunció al PAN y corrió por la vía independiente, con una meta clara, dividir al PAN.

La apuesta inicial del PRI fue pulverizar el voto, impulsar independientes que atrajeran la preferencias antisistema, que hubiera muchos candidatos, que no se formalizara el frente (algo que intentaron con todas sus fuerzas y fracasaron) para que con su resto menor y con su estructura, pudieran sacar los votos mínimos para obtener con las uñas el resultado, tal como ocurrió en el Estado de México en las elecciones pasadas.

Han pasado algunos meses de ello, y hoy el PRI, a punto de arrancar las campañas de manera formal, ven con decepción que su estrategia fracasó; el Frente se consolidó, sus independientes no cuajaron y se encuentran muy lejos de las preferencias electorales y a su candidato, “no priísta”, los suyos no lo ven propio y la gente lo ve como uno más de ellos, con el peso que implica una marca sumamente desgastada de su partido, envuelta en casos de corrupción rampantes y pésimos resultados en su gobierno, tanto que su candidato, José Antonio Meade, va en franca picada.

Por ello, su última apuesta es tirar a Anaya, golpearlo y desgastarlo mediáticamente, investigarlo de manera burda y aunque sea ilegal, aventarle el aparato institucional del estado para lograr su cometido.

Es una apuesta arriesgada, porque se evidencia lo que todos sabemos, un gobierno ineficiente, corrupto y ventajoso que usa las instituciones, que se supone debieran de estar al servicio de los mexicanos, en oficinas de ataque a un opositor al sistema; pero es su última carta, su última jugada.

En el PRI creen, que tirando a Anaya pudieran jugar una final competitiva con López Obrador, con quien han demostrado cada vez más que traen acuerdos, pero lo que no saben es, que en un careo entre el líder de Morena y su candidato, el tabasqueño les saca una diferencia abismal y estarían ante el resultado casi seguro de una derrota estrepitosa; estrategia injustificable, aparentemente absurda, pero no hay más.

En los ataques a Anaya hay uno que se frota las manos, Andrés Manuel López Obrador, quien siente mucho más cómodo al rival del PRI, porque si jugara eventualmente la final con ellos, tendría una victoria prácticamente segura.

La gente está cansada del actual gobierno, del actual régimen y del actual sistema político; el 85 por ciento de la población, de acuerdo a varias encuestas nacionales, se inclinan por un cambio de gobierno que concluye en echar de Palacio Nacional la continuidad del PRI.

López Obrador sabe que el discurso antisistema es un discurso que mastica y digiere bien Anaya, que lo ha posicionado y que lo tiene estructurado.

Anaya sería un gigante en los debates, en los posicionamientos y en la construcción de un diagnóstico claro que desemboque en una propuesta de cambio para el país con visión de futuro.

AMLO sabe que con Anaya en la final puede perder, por eso se alía con el PRI, por eso mesura (en mi opinión en una actitud de pose, no real) su discurso y ofrece conciliación; por eso envía señales de perdón a corruptos y delincuentes; y suma a su proyecto a los perfiles más deleznables, impresentables, corruptos y desprestigiados de la política mexicana.

López Obrador y el PRI son aliados en una causa, que va más allá de un interés electoral, la de evitar el ascenso de un proyecto que cambiaría de fondo el actual sistema político caduco y anacrónico, donde tienen intereses compartidos.

Por eso, el PRI y Morena son socios en una misma causa, tirar a como dé lugar a Anaya y el proyecto que representa.

Asesor del grupo parlamentario del PAN en el Congreso de Jalisco

@CesarIniguezG

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