Por un feminismo radical

CESAR-NUEVA

RESTAURACIÓN/César Ruvalcaba

El feminismo debe ser radical. Y esto no debiera alarmar a nadie sino propiciar nuestra solidaridad. Cualquier movimiento que pretenda transformar determinado orden social y desafiar la estructura cultural que se le ha impuesto, debe adoptar una posición radical en su reivindicación.

¿Por qué puede resultarnos tan violento aceptar la radicalidad del feminismo? ¿por qué razón ambos conceptos –feminismo y radicalidad- solemos asociarlos a una cuestión negativa, incluso peligrosa? La respuesta tiene que ver con una histórica  imposición cultural constituida a través del lenguaje.

No es extraño que determinadas ideas o conceptos adquieran significados distintos a través del tiempo; no es extraño pero tampoco es casual. Detrás del lenguaje anida la autentica batalla por organizar nuestro sistema de creencias, las ideologías, los afectos y las animadversiones. En una palabra, la vida misma.

De esta manera, el lenguaje no es tan solo una forma de expresar lo que pensamos y lo que creemos, es en sí mismo el “símbolo” que determina la forma en que lo hacemos. Por esta razón no es casual que en una sociedad, masculinizada y patriarcal, exista en el lenguaje todo un esquema que refuerce dicha dominación. Esta dominación se expresa a través de “discursos” que vamos asumiendo e interiorizando –casi imperceptiblemente- como verdades.

Estos discursos nos han convencido de que el feminismo es una exageración, una extravagancia, una anormalidad y un exceso. Nos repetimos que las feministas solo buscan atención, que se quejan de todo, que nada les gusta, que son extremistas y… radicales. Aquí ligamos también lo radical, otro concepto que suponemos negativo y que asociamos con peligro y amenaza. Pero, ¿nos hemos cuestionado en realidad por qué los rechazamos?

Ambos conceptos (reconociendo que existen múltiples acepciones y características particulares) representan el enfrentamiento al status quo, desafiar el orden, subvertir lo relegado, negar “la forma” en que ocurre la lógica social, transformar el esquema de reproducción cultural. Como podemos observar, estos propósitos rompen con el estereotipo y la normalidad que hemos asumido. Por ello nos provoca temor y desconfianza: el ser humano tiene aversión a la incertidumbre porque le recuerda su marginalidad frente a la vida.

Sin embargo, cuando la realidad nos es adversa y la percibimos como injusta, cuando la incertidumbre ha dejado de ser excepción para convertirse en regla y cuando nuestra dignidad es una mercancía más, tal vez sea el momento de perderle el miedo a la disputa.

Radical proviene de “raíz” y significa que afecta o transforma el principio de las cosas, que no emplea términos medios en sus decisiones o afirmaciones. Y es en esta connotación que el feminismo debe ser radical para lograr transformar los más arraigados estereotipos que les impiden vivir en igualdad.

Que este 8 de marzo la reivindicación de la mujer sea radical y no domesticada… que sea en forma de lucha y no de flores.

Investigador y Doctorando en Teoría Política. Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

@Cesar_Ruvalcaba

Deja una respuesta

Tu email nunca se publicará.