El Puente de las Damas

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POLÍTICA SIN ÉTICA/Jonadab Marrtínez

Debo confesar que cuando el Mtro. Enrique Ibarra me invitó a la presentación de su Libro “El puentes de las damas”, me sentí honrado pero a la misma vez me sentí avergonzado porque no sabía de qué hablaba el libro ni su contexto, así que me puse a investigar y lo que encontré fue algo muy mínimo en comparación a la joya bibliográfica que redactó muy bien el autor.

Durante la presentación de libro, de manera humilde, el Mtro. Ibarra reconoció no ser historiador ni investigador, sin embargo, el trabajo dedicado, la calidad del libro, la manera en que invita al lector a adentrarse a la historia y transportarse a la fundación de Guadalajara, es majestuosa, lo hace de manera sutil y muy interesante.

El libro narra detalladamente la historia de un puente que se edificó para unir a dos partes de una ciudad: la habitada por población criolla y mestiza, con su barrio más antiguo, Mexicaltzingo, habitado por mujeres y hombres pertenecientes a los pueblos originarios del país.

Este barrio nació un día después de la fundación de la ciudad, cuando el virrey Antonio de Mendoza autorizó a un grupo de mexicas que lo habían acompañado en su campaña por el occidente, establecerse en el lugar que fue nombrado como “Mexicaltzingo”, vocablo que significa “lugar del pequeño caserío de los mexicanos”.

Es ahí donde se levantaría el “Puente de las Damas”. Su construcción, como se narra en el mismo libro, se hizo con la participación activa de una comunidad interesada en la transformación de la ciudad, en una época que fue clave para el desarrollo de Guadalajara.

El Mtro. Ibarra destaca que: “Esta fue la primera obra pública de la historia de nuestra ciudad, que se levantó gracias a la participación ciudadana y al esfuerzo de un grupo organizado de mujeres tapatías, la “Congregación de Damas del Señor de la Penitencia de Mexicaltzingo”, que con la autorización de la jerarquía eclesiástica, reunieron los recursos necesarios para costear la construcción del puente. De ahí el nombre de “Puente de las Damas”.”

“Ellas tuvieron razones importantes para emprender su gran obra: durante los tiempos de lluvia no podían asistir al templo de Mexicaltzingo, ya que este barrio se convertía en una isla por el caudal del Río del Arenal, que corre por lo que hoy es la Avenida La Paz y el Río de San Juan de Dios, en lo que hoy es la Calzada Independencia. Además, las aguas impedían el paso de las trabajadoras y los trabajadores de este barrio, que realizaban sus labores en las casas y comercios del otro lado del río.”

Sin lugar a dudas, para la época, el “Puente de las Damas” sirvió para unir a la gente de ambos lados del rio, y están importante conservar este ejemplo, como muestra de voluntariado, activismos, esfuerzo colectivo y solidaridad social, virtudes que toda ciudad debe conservar para el desarrollo y el crecimiento de cualquier metrópoli.

En fin, el libro es una joya histórica, con un valor intangible y de sentimientos que invitan a investigar más sobre aquella Guadalajara que se añora hoy en día, y aún más, en lo personal, me deja un buen sabor de boca: Saber que no soy el único adoptado por esta hermosa ciudad, y que también celebro que la vida me haya traído aquí, a la capital tapatía y seno de una luz que alumbra en todo el mundo.

Diputado federal por MC

@jonadabmartinez

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