Recuerdan atentado de 1993 contra el WTC

AP.— Lolita Jackson se encontraba en su escritorio del piso 72 en el Centro Mundial de Comercio, sintiendo que trabajaba en la cima del mundo. Entonces se escuchó un estallido y fue posible percibir humo que ingresaba a través del pozo de un elevador.

Sin estar segura de lo que ocurría, se unió a miles de otros oficinistas en un recorrido angustioso por escaleras oscuras y llenas de humo hasta que salió al escenario de un atentado terrorista.

No era el 11 de septiembre de 2001. Era el 26 de febrero de 1993, cuando un ataque letal provocó la muerte de seis personas, una de ellas embarazada, y dejó más de 1.000 heridos, convirtiéndose en un presagio del terrorismo que aún aguardaba a las Torres Gemelas.

Jackson tiene esperanzas de que el 30mo aniversario que se cumple el domingo sirva de recordatorio de que, a pesar de que han transcurrido décadas desde los actos sísmicos de terrorismo en la ciudad más poblada de Estados Unidos, nadie, en ninguna parte, puede decir que la amenaza de que ocurran atentados de violencia masiva ha concluido.

El explosivo fue colocado por extremistas musulmanes que querían castigar a Estados Unidos por sus políticas en Medio Oriente, en especial el respaldo de Washington a Israel, según fiscales federales.

Seis personas fueron declaradas culpables y encarceladas, entre ellas Ramzi Yousef, acusado de ser el cabecilla del grupo. Un séptimo sospechoso del atentado sigue en la lista de los más buscados por el FBI.

Yousef tenía esperanzas de que la bomba derribara las Torres Gemelas al hacer que una se desplomara sobre la otra, según el FBI. La idea de arrasar esos rascacielos perduró: un mensaje hallado en la computadora portátil de otro conspirador declarado culpable advertía que la “próxima vez será muy preciso, y el Centro Mundial de Comercio seguirá siendo uno de nuestros blancos”.

El tío de Yousef, Jalid Sheij Mohammed, se convertiría posteriormente en el autoproclamado cerebro de los atentados del 11 de septiembre, cuando aviones comerciales secuestrados fueron estrellados contra los edificios.

Aunque las torres resistieron el atentado de 1993, se quedaron sin suministro eléctrico y sin el servicio de los generadores de respaldo y el sistema de altavoces. Decenas de miles de personas descendieron por las escaleras; otras fueron rescatadas de elevadores parados y el estacionamiento dañado. Algunos trabajadores abrieron cristales a patadas para recibir aire fresco, 120 niños de kínder se quedaron varados un rato en un mirador, y helicópteros de la policía recogieron a un poco más de 20 personas de las azoteas.

 

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