La marcha de la vergüenza

 

PERSPECTIVA21

Verónica Juárez Piña

 

Más allá de responder a la movilización ciudadana del 13 de noviembre, con el pretexto de la celebración de los cuatros años de su administración, en realidad, la “contramarcha” convocada por López Obrador, organizada desde el Estado, obedeció a sus ambiciones transexenales.

Se retomaron los vicios del viejo régimen, en la que se involucraron, para su organización, funcionarios de todos los niveles de los gobiernos que preside Morena, se utilizaron recursos públicos, se usó la infraestructura oficial y obligaron a las y los trabajadores a asistir so pena de ser despedidos.

La del 27 de noviembre fue la marcha de la vergüenza porque con el mayor descaro fue convocada por el propio presidente de la República y organizada por funcionarios y militantes de su partido, cuando el Jefe del Estado Mexicano está obligado a preservar la gobernabilidad del país atendiendo las demandas de todos los sectores sociales, gobernar para todas y todos los mexicanos y usar de forma responsable, transparente y honesta los recursos públicos.

Diga lo que diga el presidente, esta marcha tuvo como objetivo fortalecer sus aspiraciones de crear un Maximato para controlar el poder más allá de su sexenio, así lo ha venido construyendo al ceder al Ejército espacios clave del sector público, controlando el proceso de selección de Morena rumbo a las elecciones presidenciales de 2024 e impulsando reformas que le permitan imponer sus decisiones sin ningún contrapeso.

Más que una similitud con José López Portillo, veo en López Obrador el reflejo de las ambiciones de Plutarco Elías Calles, el llamado Jefe Máximo de la Revolución, de ahí la denominación de Maximato, quien impuso a tres incondicionales como presidentes de la República después de que dejó el gobierno (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez), hasta que se topó con el General Lázaro Cárdenas del Río.

No es que Andrés Manuel busque la reelección, como lo dijo enfáticamente en la “contramarcha” del 27 de noviembre. En principio la Constitución de la República no lo permite y no tiene la mayoría legislativa para reformarla, segundo, una maniobra de esa naturaleza provocaría una confrontación social y política grave, que él mismo se ha encargado de alimentar. Sin embargo, es evidente que busca seguir controlando el poder tras bambalinas.

Así lo ha dejado ver al señalar que no permitirá que se reviertan las obras de su administración y el avance de la mal llamada 4t, y por ello dejará en manos de las Fuerzas Armadas el control de la seguridad y sus proyectos insignias y, en los hechos, se ha metido de lleno a la sucesión presidencial.

Así que la marcha fue una demostración de fuerza que conlleva un mensaje hacia adentro, para quienes pretendan desafiarlo y hacia afuera, asumiéndose desde ahora como el jefe de campaña de Morena en vísperas de las elecciones por la presidencia de la República.

Ello, claramente, crea condiciones de inequidad porque el presidente de la República, con todos los recursos públicos a su alcance, promoverá el voto a favor de su partido, como sus recientes declaraciones en donde llamó a la ciudadanía a votar por la 4t para poder ganar la mayoría en el Congreso de la Unión.

Sin lugar a dudas, la decisión del presidente de encabezar una marcha que más de celebración proyectó un espíritu de revancha, es un golpe a la construcción democrática que la sociedad ha impulsado en los últimos 30 años.

Pero López Obrador minimiza el anhelo democrático de las y los mexicanos que derrumbaron el viejo régimen y que después del 2000 promovieron la alternancia de tres gobiernos que no respondieron a sus expectativas y el suyo no será la excepción. El que Morena no haya alcanzado la mayoría en la Cámara de Diputados en las elecciones de 2021 y el fracaso de su impositiva reforma electoral, son botones de muestra.

Coordinadora Nacional de Nueva Izquierda del PRD

@juarezvero

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