Aristóteles

HACIENDO ADOBES/Miguel Zárate

Aunque el fin de año se aproxima, parece que los tiempos aciagos no han terminado todavía para nosotros.

Esta vez escribo de un hecho triste, lamentable e indignante por la forma en que sucedió: la muerte de un joven político que en la brevedad de su vida hizo lo que muchos quisieran alcanzar: gobernar su ciudad y gobernar su estado.

Aristóteles, así, a secas, como se le conocía públicamente, logró armonizar una existencia vinculada a su Alma Máter, la Universidad de Guadalajara, imbuido del aire que respiró desde siempre dentro de una familia que se vinculó a la política y al activismo comunitario incluso antes de que en temprana edad iniciara una verdadera carrera con pasión por participar y escalar en luchas partidistas y en aspiraciones a cargos de elección.

Siendo político, naturalmente no fue la suya una trayectoria exenta de controversias, pero lo que no se le puede negar fue el tesón con el que buscó ir ascendiendo hasta lograr su principal meta, la de ocupar el palacio de gobierno, y lo hizo, cuando ya había pasado por otros procesos en la Legislatura y en la presidencia municipal de nuestra capital estatal.

Hay momentos como éste en los que debe prevalecer, por encima de otros intereses y de la diversidad de pensamientos e ideologías, valorar al ser humano. A fin de cuentas, todos estamos a veces en distintas rutas y visiones, pero el objetivo sigue siendo común.

Aristóteles Sandoval fue un gobernante más cercano a la conciliación que al sentido beligerante de la política, como también disfrutó como pocos la cercanía de la gente, la sencillez en el trato, la actitud positiva que remarcaba con un apretón de manos, pese a las divergencias encontradas entre personajes dedicados a la función pública.

Queda en los tiempos idos un buen número de recuerdos del exgobernador, como su persistencia para lograr y conseguir avanzar hacia un mejor transporte para los tapatíos, como fue el caso de la realización de la línea tres del tren ligero, lo mismo que su preocupación por los avances tecnológicos que, como joven, también formaron parte de sus inquietudes fundamentales.

No es el caso hacer un recuento de toda su actuación que benefició a los jaliscienses, pero sí subrayar que a ninguno puede pasar por alto que, en un mundo de contienda política, respeto y reconocimiento constituyen un mérito y la honra de saber justipreciar a los demás.

La vertiginosa vida de Aristóteles Sandoval debe motivar a quienes buscan en la política el principio de servir a otros, cualesquiera que sean sus colores o sus metas. Su muerte a mansalva, además, no deja de ser un signo ominoso de nuestra época que, como en el caso de la pandemia, ha de concitar la unidad de todos para luchar en contra de la adversidad, de los verdaderos enemigos de la paz y el orden, para finalmente ir en busca del mejor destino que merecen nuestra ciudad, nuestro estado y nuestra patria.

Por ello, hacemos reconocimiento principalmente al hombre que enfrentó desafíos y que cumplió no pocas de sus metas, al compañero siempre afable, al político sagaz y a quien, en busca de una nueva etapa de su vida, también procuró defender sus principios ante sus propios correligionarios.

Descanse en paz, Jorge Aristóteles. Sabremos recordarlo con la memoria de sus buenas acciones y por su empeño para servir a Jalisco.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH