Elecciones en Venezuela: el abstencionismo como fórmula para ganar

DIVISADERO/Eduardo González Velázquez

El domingo pasado los venezolanos salieron a las urnas para decidir la conformación de una nueva Asamblea Nacional. Los contrincantes fácilmente se dividen en dos espectros: los abanderados del gobierno de Nicolás Maduro y la oposición variopinta.

El contexto de la jornada es una profunda y severa crisis económica que tiene a la sociedad harta y desesperada. Sin importar sus preferencias electorales, la crisis les pega parejo. El valor del bolívar se ha desbarrancado hasta tener que dar un millón 100 mil bolívares por dólar.

La escasez de alimentos, medicinas y combustible ahoga a la población en su conjunto; sin olvidar los altos niveles de violencia callejera.

La política económica de Nicolás Maduro; aunada al bloqueo económico y comercial de Estados; así como el robo llevado a cabo por el gobierno de Donald Trump quedándose con Citgo, la filial de Petróleos de Venezuela que funcionaba en Estados Unidos, y el hurto de los británicos, que se quedaron con millones de dólares en oro, propiedad de Venezuela, con el argumento de que no sabían si el presidente era Nicolás Maduro o Juan Guaidó; vuelven inoperante la maquinaria económica venezolana.

En términos políticos, en la nación bolivariana existen tres órganos legislativos, pero ninguno trabaja: uno encabezado por un opositor no reconocido por otros opositores; la asamblea constituyente leal a Maduro para contrarrestar su derrota en 2015; y el congreso de Juan Guaidó, que sesiona en la sede del periódico El Nacional.

Evidentemente la relación con el Ejecutivo es caótica con constantes enfrentamientos de unos y apoyos desmedidos de otros.

Frente al panorama político, económico y social tan desolador, la apuesta para ganar las elecciones por parte del gobierno madurista fue, y dio resultado, el abstencionismo. Sin que neguemos la ayuda recibida por la oposición que nuevamente llamó a no salir a las urnas.

La fórmula es muy simple: las huestes de Nicolás Maduro tienen un voto duro, equivalente entre 15 y 20 por ciento. Con eso le alcanza para lograr la mayoría en la Asamblea. Además, el gobierno lanzó a la arena electoral a decenas de fuerzas políticas aparentemente de oposición, pero bajo el paraguas y patrocinio de gubernamental.

Por su parte, Juan Guaidó, quien presidía la Asamblea Legislativa cuando dijo al mundo que él sería el presidente de Venezuela, llamó al final de la jornada a una consulta popular la semana próxima, pero aun entre sus bases, visiblemente reducidas, hay dudas las consecuencias que traería participar en ese ejercicio.

El resultado fue el esperado: apenas 31 por ciento de participación, según el Consejo Nacional Electoral, y de ellos, el madurismo se quedó con 67.6 por ciento de los votos, y la oposición apenas llegó a 17.95 por ciento, mientras la disidencia de izquierda no rebasó la barrera de 3 por ciento.

Con ello, el Gran Polo Patriótico, la coalición de partidos aliados que acompaña al oficialista Partido Socialista de Venezuela, contará con 240 de los 277 escaños en la Asamblea.

Como se veía venir varios gobiernos encabezados por Estados Unidos, a quien se le suman Colombia y Brasil han rechazado el triunfo de Nicolás Maduro, mientras el presidente venezolano arenga a sus votantes a defender su decisión manifiesta en las urnas.

A querer o no, la fórmula de Nicolás Maduro y el chavismo nuevamente funcionó: el abstencionismo como fórmula para ganar.

* Profesor-investigador del Depto. de Relaciones Internacionales, región occidente. Tec de Monterrey.

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