Autoritarismo transformador

CAVILANDO ANDO/Alfonso García Sevilla

Se puede definir a la política en un sentido sencillo como la capacidad que tenemos los individuos para establecer acuerdos.

Estos siempre se consiguen con la aproximación a lo que la mayoría establezca, pero siempre tomando en consideración las opiniones contrarias, es el disenso, la diversidad de opiniones lo que enriquece el debate, lo que amplia el panorama de los asuntos públicos, lo que nos permite considerar todas las aristas que conlleva la implementación de soluciones y el tratar de lograr los acuerdos que posibiliten, en mayor o menor grado, la satisfacción de un número de ciudadanos.

No es factible hablar de democracia cuando se va en contra del artículo primero de la Constitución:
“Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.

En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley.

«Asimismo, Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”

El membrete que se ha colgado la actual administración federal, la mal llamada “Cuarta Transformación” ha puesto en evidencia que la legitimidad ganada en las urnas ha sido tomada como la protestad para imponer una visión única, de no permitir los disensos; si no estás conmigo estas en mi contra, “ni los veo ni los oigo” diría Carlos Salinas de Gortari, presunto “jefe de la mafia del poder”, como ellos le llaman y que pareciera ser su precepto fundamental.

El presidente López Obrador no tiene intención alguna de construir con todas las visiones, no le gusta que la prensa no comparta sus posturas ni que critique lo criticable de su gobierno, por el contrario, los acusa de no apoyar la transformación del país, esa que a dos años no tiene pies ni cabeza, que sigue sin atender los asuntos urgentes en cuanto a seguridad y economía, que la mayoría de los mexicanos padecemos.

No se ve cambios radicales ni mucho menos acciones para combatirlas, más allá de los apoyos económicos a la población vulnerable.

El autoritarismo de AMLO cae en cascada en sus colaboradores y el ejemplo más penoso de la intolerancia y respeto al sagrado derecho humano a la libertad de opinión es del director del Fondo de Cultura Económica, Paco Taibo II, de origen español y cuyo cargo tuvo que pasar por una reforma para permitirle acceder al cargo y cuyas declaraciones exhiben la marca de la 4T, desde un “se las metimos doblada”, pasando por aquella de que si López Obrador no obtenía la mayoría en el Congreso había que gobernar a base de decretos para anular a la oposición, o la más reciente de confrontar a Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, con un “que se queden en una esquina o se vayan cambiando de país”.

Poco afortunadas posturas para un exiliado que lejos de contribuir a la mejora del país que lo acogió, sigue con la lógica de la confrontación, el encono y la ofensa, lo que pareciera es un requisito para formar parte de la 4T, violando sistemáticamente los preceptos constitucionales.

Politólogo, Profesor universitario y miembro del Claustro académico del ITEI

@aagsevilla

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