Así… no se puede

HACIENDO ADOBES/Miguel Zárate

Basta con asomarse un poco, ni siquiera mucho, para percatarse de cuánta irresponsabilidad existe en el cuidado social ante la pandemia.

Primero ni se creía, luego a medias, ahora tampoco parecen convencer a muchos ciudadanos los más de 40 mil muertos en el país -30 mil de ellos acumulados en menos de dos meses-, para ayudar a su seguridad en provecho propio y de los demás.

Ya no es raro que se sepa de casos concretos y algunos hasta cercanos, de enfermos y de fallecidos, que se dan sin importar condición económica y la edad, si bien sigue siendo un factor, no exenta del mal grave a los más jóvenes.

Incluso murió ya un menor de un año. Como están las cosas, lo que más molesta es que el problema más severo de salud pública al que se está enfrentando, continúe siendo politizado, supeditado a las conveniencias y hasta los caprichos de los gobernantes.

En la esfera nacional, la cuestión ha dejado mal parado al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien sigue terco a no dar el buen ejemplo colocándose un cubrebocas, repite ocasionalmente palabras “tranquilizadoras” y hace comparativos extraños como el de que aquí hay menos muertos por número de habitantes.

¿Por qué no lo ve a la inversa?

Simplemente se llegó a una cifra mortal que es diez veces mayor a la de China, donde surgió el brote maligno, por citar un ejemplo.

Vamos, hasta el presidente Trump -créase que por cuestiones electoreras sin duda-, ya reculó y ahora da una alarma bastante tardía y hasta recomienda uso de cubrebocas, lo que aquí tozudamente se cuestiona todavía.

“Si esto resolviera la economía, hasta yo lo usaría”, acaba de decir López Obrador en forma irónica tras la afirmación de su secretario de Hacienda, en cuanto a que en mucho ayudaría, se entiende, a seguir evitando su propagación en el sector productivo y en la sociedad.

La verdad, no es posible que en las condiciones presentes en que volamos al tercer sitio mundial en fallecimientos, todavía se critiquen las informaciones que llaman “amarillistas”, que se siga menospreciando cuanto criterio científico y especializado se da que no vaya de acuerdo con las ideas de un Gatell que responde, actúa, declara y presume como si tuviera por ventrílocuo al mismísimo presidente, y culpa hasta los refrescos –“veneno embotellado”- de ser causantes de la epidemia.

Parece que hay miedo a la verdad, a la inquietud social que se desborda, al justo reclamo por tanta ineficacia e insuficiencia en la atención y, todavía peor, por los efectos políticos que todo esto tendrá en el próximo futuro.

En Jalisco también hay incertidumbre. Parece que nadie se pone de acuerdo, o que las presiones de muchos sectores económicos están actuando para que la postura oficial sea más de relajamiento.

Aquí rechazamos el semáforo rojo pero las cifras también son preocupantes. Además, la información continua y confiable, en verdad orientadora, no es el fuerte del gobierno de la entidad, como sí sucede en otras partes, como en Ciudad de México o en Nuevo León.

Incluso hay una situación a meditar: mientras que en Jalisco hay menos casos que la entidad norteña, el índice de letalidad es aquí del doble, y tiende a empeorar.

Pero, al igual que en el país, aquí también se opta por los caminos de la demagogia (las tarjetitas de dióxido de cloro donadas al alcalde de Zapopan parecen una burla a la ingenuidad), y deja a los jaliscienses en las peligrosas versiones de “youtube” o de “whatsapp” que inundan las redes con remedios mágicos y pócimas para crédulos. La verdad, no es fácil decirlo, pero así… no se puede.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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