La Paleta de Narmer

 

NG.-Alrededor del año 3.100 A.C. nació una de las civilizaciones más poderosas y longevas del mundo antiguo: Egipto, conocido por sus habitantes como Kemet, “la tierra negra”, probablemente en referencia al limo dejado por las inundaciones estacionales del Nilo.

Lo cierto es que el país estuvo siempre formado por dos realidades geográficas: la mitad sur o Alto Egipto, caracterizado por una estrecha franja fértil alrededor del río; y la mitad norte o Bajo Egipto, que abarcaba las vastas llanuras inundables del delta.

La primera dinastía de faraones empieza con un rey llamado Narmer o Menes, aunque no existe un consenso total sobre si se trata de la misma persona o de dos individuos distintos.

Lo que sí podemos saber es que Narmer fue el primero que proclamó su dominio sobre las dos tierras de Egipto y que lo plasmó en el documento que lleva su nombre: la paleta de Narmer, una pieza de esquisto decorada con imágenes y jeroglíficos que ilustran esta unificación.

En el anverso, la paleta de Narmer muestra una historia de conquista. Narmer golpea con una maza a un enemigo arrodillado, mientras otros dos yacen a sus pies. Está ataviado con el hedyet, la corona blanca del Alto Egipto, pero no con el desheret, la corona roja del Bajo Egipto.

Por ello, se cree que esta escena simboliza la conquista del delta: los rasgos de los enemigos derrotados se asemejan a los que se usarán más tarde para retratar a los pueblos extranjeros, lo que ha hecho pensar que los egipcios sometieron o expulsaron a los habitantes del delta para incorporarlo a sus dominios.

La idea de una conquista por la fuerza se ilustra también en la imagen del dios Horus, símbolo de la realeza, sobre una planta de papiro, propia del Bajo Egipto.

Si el anverso narra la conquista, el reverso habla ya de un país unificado: el rey desfila en procesión luciendo la corona doble o sejemty, formada por las coronas del Alto y el Bajo Egipto.

Está acompañado de un portasandalias, un alto funcionario -tal vez un visir- y cuatro portaestandartes. Debajo de la procesión se encuentran dos serpopardos, animales mitológicos con cuerpo de leona y cuello de serpiente; los cuellos, entrelazados, simbolizan la unión de las dos tierras de Egipto.

En la parte baja de la paleta, un toro aplasta un enemigo y derriba las murallas de su ciudad: el animal representa al propio faraón, ya que una de las fórmulas de la titulatura real era “toro poderoso de su madre” o “toro potente de Ma’at”, siendo Ma’at la personificación de la armonía y la justicia cósmica.

El mensaje ilustrado en esta cara de la paleta es: el rey ha derrotado a los enemigos del orden cósmico y ha ocupado su lugar como señor de las dos tierras.

EL LEGADO DEL PRIMER FARAÓN

La importancia de la Paleta de Narmer va más allá del personaje: su iconografía quedará fijada para el resto de la historia egipcia y todos los reyes querrán representarse como soberanos justos y poderosos que aplastan a los enemigos de Egipto.

En concreto, la representación del faraón golpeando con una maza a sus enemigos arrodillados es una constante en los monumentos regios: Tutmosis III o Ramsés II, que reinaron más de quince siglos después, se hacían representar en la misma pose en los muros de sus templos.

Algunos de los símbolos representados en la paleta, como el halcón o el toro, se convertirán en títulos reales como “Horus de Oro” o “Toro potente de Ma’at”.

El documento también refleja la importancia histórica del Alto Egipto como cuna de la civilización egipcia, por encima del Bajo Egipto.

Los periodos de reunificación que dieron origen al Imperio Medio y el Imperio Nuevo partieron siempre del sur y se caracterizaron por una expulsión de los pueblos asiáticos y libios que se asentaban en el Delta.

También en los títulos reales que hacían referencia a las dos tierras del país, el Alto Egipto era nombrado siempre en primer lugar.

De ahí la importancia de la paleta de Narmer como documento fundacional, puesto que no narra solo la primera unificación de Egipto, sino una historia de 3.000 años de lucha contra los pueblos extranjeros.

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