¿Y Guadalajara qué?

HACIENDO ADOBES/Miguel Zárate 

En plena víspera de entrar a una etapa que las autoridades dan en llamar la “nueva normalidad”, que no es otra cosa que la nueva realidad que conlleva esta inacabable etapa de trastocamiento en nuestra vida comunitaria, el endeudamiento contraído por el gobierno de Enrique Alfaro aún deja muchas dudas por despejar.

El principal, claro está, es el destino final de los recursos ya que si bien hay conciencia del impacto -más bien boquete- que dejará el tema sanitario en las finanzas públicas aquí y en todo el país, los fondos obtenidos con cargo a generaciones futuras habrán de aplicarse con rigurosidad, probidad y buen tino en cuanto a sus prioridades.

Dada la manifiesta disparidad de criterios con el gobierno federal en muchos órdenes, el Gobernador tendrá que dar prueba de que el uso provechoso de tales dineros está más allá de los vaivenes políticos y la improvisación.

En tiempos pasados la mayoría de los recursos se orientaban a la ciudad capital, Guadalajara, lo cual era entendible si se consideraba que absorbía a la mayor parte de la población del estado.

Sin embargo, la necesaria y bien justificada dispersión en todo el territorio, parece haber llevado a una posición exactamente opuesta.

Es decir, cada vez hay menos fondos para cubrir las necesidades de los tapatíos y poco a poco esto se ha traducido en abandono de amplias zonas que carecen hasta de servicios básicos, no digamos de calles y banquetas en buen estado o líneas de agua potable y alcantarillado ya viejas y con fugas, por citar un par de ejemplos.

En otras palabras, no se piensa en la infinidad de problemas que han surgido al transcurso de las décadas, por el deterioro normal de la infraestructura urbana.

Lo peor es que todo ello sale a relucir precisamente ante un fenómeno de crisis como el que vivimos y esto nos plantea un par de interrogantes más: ¿sabrá el alcalde de Guadalajara, Ismael del Toro, anteponer los intereses de la ciudad que gobierna a sus vínculos con el Ejecutivo de la entidad? ¿reclamará para Guadalajara al menos una parte justa de esos recursos del crédito estatal para inversiones en su municipio?

No hay que traer a la mente que, a fin de cuentas, dicho préstamo lo vamos a pagar todos.

Sin embargo, inquieta un poco el hecho de que, como ya se ha vislumbrado, los actos de gobierno puedan condicionarse a los próximos posicionamientos preelectorales.

No es de extrañar que esto suceda ya que lo mismo se advierte en las asignaciones para la “reactivación económica” del gobierno federal, que en su mayoría no son sino subsidios continuados o empleos de carácter temporal que lleva implícita cualquier obra pública, que se confeccionan aparejados a propósitos clientelares.

Pero aquí esperamos otras cosas y beneficios reales, ya que todavía es impredecible el devenir de la pandemia y sus efectos finales, además de que la vuelta a la “normalidad” o como se quiera llamar, exige un orden estricto en el ejercicio del gasto público.

Guadalajara ha esperado ya mucho para resolver añejos problemas y los cambios de colores en su administración no muestran continuidad en el esfuerzo. ¿Qué detiene al gobierno del estado dar certeza a sus planes con el uso del citado crédito?

Esta vez, Guadalajara no podrá quedarse ya al margen de beneficios concretos. De otra forma, tanto el gobernador como el alcalde tendrán que rendirle cuentas a los tapatíos, fieles a las buenas causas y buenos propósitos pero que también saben exigir lo suyo y en su momento.

Regidor del PAN en Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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