De la hoguera de la grilla al valor de disentir

cesar ruvalcaba

RESTAURACIÓN/César Ruvalcaba

En política, no todo se gana para siempre, pero tampoco todo se pierde para siempre. El camino de la democracia que hemos aceptado como nuestro, es así: se pierde o se gana.

Cuando una elección se gana, difícilmente reparamos en escudriñar las razones por las cuales la gente decidió votar por nuestro proyecto. De inmediato nos invade la arrogancia del triunfador y damos por sentado que somos los héroes de la película.

Pero a veces, también se pierde. Cuando eso ocurre nos agarra la nostalgia, caminamos lentos y usamos un tono reflexivo, casi sabio. Bueno, eso solo al principio.

Pasada una semana del fracaso electoral nos da por convertirnos en paladines de la justicia y en consultores –opinologos Guanabi- de temas políticos. Somos retebuenos (como dirían en mi rancho) para el arte de repartir culpas y dilucidar con singular maestría las causas que nos impidieron ganar; eso sí, siempre a posteriori.

El año pasado, durante la elección federal del 07 de junio, al PRI Jalisco no le fue bien. Y luego de eso, se desato el diablo del rumor y buscaron a los “Judas” para colgarlos.

Se hicieron juicios sumarios y se condenó a los culpables. Digo, al menos en los cafés, en las oficinas y en voz bajita para que no fueran a enterarse los susodichos, que dicho sea de paso, son quienes ostentan el poder y podrían actuar en consecuencia.

Lo anterior es precisamente la raíz de mi desprecio por quienes son buenos para criticar, intrigar y conspirar bajo el amparo de la sombra, en lo oscurito.

Mi motivo es simple: ¿Por qué nunca se escuchan esas voces sabias y pletóricas de recomendaciones en el momento correcto y en los espacios correctos? ¿Por qué nunca se levanta la voz con argumentos en los consejos políticos, en las reuniones de Partido? ¿Por qué agachan la cabeza esos mismos paladines cuando se encuentran a los destinatarios de sus críticas?

No, el mérito de pensar distinto no estriba en la confabulación grilla de las sobremesas de los resentidos. El único mérito se prueba en hacer uso del legítimo derecho a discrepar y en el escaso valor de proponer.

Porque el que calla por comodidad, por sumisión o por miedo, que no se sorprenda que sea la mediocridad la sombra que lo acompañe.

La elección del domingo pasado es una lección también de la incapacidad que hemos tenido como partido para “leer” los nuevos tiempos. Puede ser duro pero que nadie se diga sorprendido. Nos ha faltado sensibilidad y estrategia.

Nos ha faltado correr al ritmo de los nuevos tiempos pero sobre todo, nos ha faltado levantar la voz y disentir en casa. Si un actor político de nuestro Partido le gana la soberbia, pierde la brújula, hay que decirlo, hay que señalarlo. El silencio también es complacencia del delito.

No es tiempo de la “mea culpa” simplona e intrascendente. Es tiempo de hacer que las cosas sucedan y no de esperar a que sucedan las cosas. Y ese saco, también me lo pongo yo.

Secretario de Organización PRI Guadalajara

@Cesar_Ruvalcaba

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