La falta de preparación ocasionó violencia desmedida

POLÍTICAMENTE INCORRECTO/Carlos Maguey

 

El sábado pasado se repitió la película que hemos visto hace años con las manifestaciones.

El marco es lo de menos, una cumbre, un acto político, una queja, una protesta, un reclamo, lo que sea, siempre que implique una concentración masiva de personas inconformes que toman las calles, muchos de ellos de forma pacífica y algunos pocos, con ganas de armar desorden y generar violencia. Pero esos pocos, siempre son una mala influencia.

Quienes hemos caminado en una manifestación, yo lo he hecho muchas veces, siempre como observador, vemos patrones que se repiten constantemente.

Por ejemplo, en 2004, el 28 de mayo, los reporteros que caminábamos sobre la Avenida Juárez vimos cómo en la manifestación que caminaba para protestar en el marco de la cumbre que se realizaba en Guadalajara, había gente pensante, gente pacífica, gente que buscaba reclamar pacíficamente, pero también había gente que quería generar violencia, quizá porque aprendieron que la violencia es una forma de comunicación.

De en medio del grupo salieron unos cuantos dispuestos a agredir, esos fueron los que lanzaron piedras, los que golpearon, los que lograron darle un motivo a la autoridad para ejercer la fuerza para disolver eso que era una manifestación, y que derivó en una riña.

Algo similar sucedió en 1999, cuando los barzonistas intentaban cruzar el periférico con sus tractores, primero lo hacían con calma, sin que los policías pudieran detenerlos porque no había agresiones, pero entonces El Diablo, así le decían a uno de los acompañantes de Maximiano Barbosa, aceleró su tractor y lo dejó ir con fuerza sobre los policías. Ese fue el pretexto para tundirlos a todos a macanazos, para usar la violencia para detener la violencia.

En todas las manifestaciones existe siempre alguien dispuesto a romper con el orden. Desde el punto de vista de las autoridades, no distinguen a los agresores, de quienes son parte de las manifestaciones pacíficas. Desde el punto de vista de los manifestantes, siempre se trata de infiltrados que buscan desacreditar sus protestas válidas.

En la manifestación del movimiento Yo soy 132 durante el debate que se realizó en Guadalajara en las elecciones presidenciales pasadas, los manifestantes venían bien organizados, pues durante el recorrido se tomaron el tiempo de practicar qué hacer en caso de que hubiera gente violenta dentro de su grupo.

La instrucción era que cuando uno actuara violentamente, los demás se sentaran en el suelo y dejaran que los violentos se evidenciaran por sí mismos. La estrategia parecía buena, pero ya en la concentración en el Parque de las Estrellas algunos buscaban convencer a los demás de que fueran a manifestarse más cerca, otros argumentaban que eso era provocar a la autoridad.

Al final sólo algunos pocos fueron a gritar frente a la Expo, la mayoría fue prudente, pues su inconformidad llegó a los medios, sin que se destacara algo negativo.

Sin embargo, en la manifestación del sábado no hubo esa prudencia, pues unos cuántos lanzaron piedras contra instalaciones de Televisa y del PRI sin que la autoridad lo impidiera.

La misma autoridad los dejó llegar hasta estar a unos metros de la Expo Guadalajara. A la primera agresión la policía respondió con el uso de la fuerza, pero este uso fue desmedido y mal enfocado.

Y no me refiero a que fuera desmedido por entrentar con toletes a quienes usaban palos y piedras, ese sería un enfrentamiento razonable en condiciones similares. Pero el uso de la violencia fue mayoritariamente contra jóvenes desarmados, contra mujeres y hombres jóvenes que no se defendían o que lo intentaban usando sólo sus manos.

Como es costumbre, luego de un enfrentamiento de este tipo, se demostrará que los detenidos no fueron los responsables, así sucedió en mayo de 2004, así sucede en estos enfrentamientos en los que las autoridades son incapaces de detener y sostener elementos contra quienes incitan la violencia.

La experiencia lo demuestra: si fueran realmente los culpables, serían condenados y me atrevo a decir que de éstos, ninguno lo será, pero tampoco nadie les resacirá por el daño a su persona, por las lesiones y vejaciones que sufireron.

Los manifestantes pecaron por su falta de prepación, por su ingenuidad, por dejarse ir por la pasión de expresarse, exponiéndose de esta forma.

Pero lo más grave son las deficiencias de la autoridad, la falta de una preparación adecuada, de estrategias correctas que derivó en un uso excesivo de la violencia y que dejará libres a los responsables de las agresiones.

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